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miércoles, 28 de marzo de 2018

miércoles, 14 de marzo de 2018

Introducción a la Violencia de Género


 Escribe Graciela M. González*

La violencia contra la mujer es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y varones.
El concepto de género ​fue introducido por John Money en 1955. Definió el rol de género como el “conjunto de conductas atribuidas al hombre y a la mujer”​ ya que, hasta ese entonces, la identidad sexual era considerada sólo como una determinación biológica. Robert Stolle​r, en 1968, definió el género como “los significados que cada sociedad atribuye a las diferencias sexuales inscriptas en el cuerpo”. Por su parte, Gomariz ​en 1992 estudió las consecuencias sociales y subjetivas que tiene pertenecer a uno u otro sexo, las cuales “no son naturales (…) El género es una red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres de mujeres, lo cual genera desigualdades y jerarquías. El género es la construcción cultural de la diferencia sexual”
Algunos de estos aportes fueron usados por las feministas en la década de 1970, junto a los hallazgos de Margaret Mead y los aportes de Simone de Beauvoir. ​En investigaciones realizadas en los años 30 en tres sociedades de Nueva Guinea, Margaret Mead constató que no todas las sociedades estaban organizadas de forma patriarcal y que la distribución de los roles entre mujeres y hombres era diferente a la de las sociedades occidentales, por lo que cuestionó el carácter “natural” de estas diferencias entre ellos, incluyendo las físicas.
En 1949, Simone de Beauvoir escribió una de las obras más relevantes, a nivel filosófico, del siglo XX: El segundo sexo, en la que investigó acerca de la situación de las mujeres a lo largo de la historia: cómo se ha pensado a las mujeres, qué situaciones viven y cómo se puede intentar que mejoren sus vidas y amplíen sus libertades. La teoría principal que sostiene Beauvoir es que “la mujer​” es un producto cultural que se ha construido socialmente. La mujer se ha definido a lo largo de la historia siempre como madre, esposa, hija, hermana. Así pues, la principal tarea de la mujer es reconquistar su propia identidad específica y desde sus propios criterios. Muchas de las características que presentan las mujeres no les vienen dadas de su genética, sino de cómo han sido educadas y socializadas. La frase que resume esta teoría es muy célebre: “No​ ​se​ ​nace​ ​mujer,​ ​se​ ​llega​ ​a​ ​serlo“.
Los estudios de género no sólo estudian la desigualdad hacia las mujeres sino que han abierto nuevos campos de investigación como, por ejemplo, el estudio de las nuevas masculinidades y la diversidad sexual. El género es una construcción histórico-social y siempre implica una relación de poder. ​El autoritarismo y la violencia se sostienen en un sistema patriarcal donde las diferencias biológicas se naturalizan y se convierten en jerarquías. La psicoanalista Silvia Tubert sostiene que la función simbólica que construye la diferencia sexual y, junto con ella, la masculinidad y la femineidad como formas vacías, deben diferenciarse del contenido que se les asigna a las mismas en función de circunstancias histórico-sociales. Que la diferencia anatómica de los sexos se simbolice en función del falo, en virtud del androcentrismo cultural (todo sistema simbólico está atravesado por relaciones de poder) no implica que deba organizarse en jerarquías. En un orden no androcéntrico podría haber otros significantes clave.
Cuando existen jerarquías desiguales (y las ha habido a lo largo de la historia de la humanidad) debe emplearse algún dispositivo de legitimación del poderPara justificar la esclavitud, las teorías de la época describían a los esclavos como sub-humanos (Turbert; 1988). **
Siguiendo la lógica del amo y el esclavo, si hacemos foco en las configuraciones familiares violentas, no cuesta mucho detectar el ejercicio de un poder despótico, donde alguien cree que ES la ley, en lugar de someterse a ella y de esta manera se coloca en el lugar de amo.
Según Pierre Legendre, “la legalidad debe ser vista en su dimensión constituyente, anudando lo biológico, lo social y el discurso de la ley”. Estos tres elementos, nos dice, “configuran lo dogmático: lugar de anudamiento entre lo biológico, lo social y lo inconciente”. Podemos decir que el dispositivo de legitimación del poder, debe incluir:
  • Un discurso del orden, que pone en primer lugar la preocupación por el bien colectivo por sobre el individual. El discurso jurídico es el discurso del orden por excelencia. El discurso del orden es el lugar de la razón, de las teorías, de los doctores en derecho y de los juristas.
  • Un imaginario social. Se necesitan símbolos eficaces para hacer marchar el poder. Este imaginario incluye los ritos, las ceremonias, las banderas, etc. Se trata de una escenificación similar a la litúrgica. Estos rituales promueven y estimulan comportamientos de agresión y seducción y así vemos al deseo anudado en el poder. Las instituciones del poder (el orden jurídico, el moral, las costumbres, la religión) se inscriben así en la subjetividad.
  • La fuerza​, transformada en poder se asegura la presencia de éste y los efectos de la fuerza se observan, aunque ésta no sea ejercida efectivamente. La coacción, la coerción y la sanción son los mecanismos de obediencia y control social del derecho. La ley es fuerza y es razón. Entendemos aquí razón como una de las operaciones ideológicas de justificación​ del poder.
Para justificar la violencia contra mujeres y niñas/os existen más de cuatro mil años de patriarcado. El patriarcado se relaciona con la subordinación y la opresión de mujeres y niñas/os. Existen leyes, tradiciones y costumbres que aceptan el castigo físico: un modelo histórico de violencia ejercido contra los/as más débiles en las relaciones íntimas. Basta con recordar algunos refranes como “la letra con sangre entra” o “porque te quiero te aporreo”​. El patriarcado contribuyó también a que las mujeres dependan económicamente de los hombres (aún ahora, a igual trabajo y a iguales capacidades, las mujeres suelen cobrar menos salario que los hombres) y a que ocupen en menor número cargos de decisión y capacitación.
La violencia debe ser considerada como un asunto de políticas públicas. Mantener la problemática en privado, en la intimidad del hogar, es lo que ha posibilitado que siguiera vigente durante tanto tiempo. También se debe considerar como un tema de derechos humanos.
Debemos poner en juego las articulaciones teóricas entre violencia, abuso y la teoría psicoanalítica. Sólo así podremos trascender la mera “receta” o “conjunto de procedimientos” que se aplican para atender casos de maltrato y abuso contra mujeres, niños/as y adolescentes, desde una escucha teórica que va más allá de la victimología, la sociología y la biología. Sostenemos una teoría del sujeto, pero no como aquel individuo que los discursos sociales, políticos y teóricos designan como una entidad fundamental y coherente, sino como situado en la cultura, en un orden simbólico. La violencia no es una categoría psicopatológica sino que se define por lo socialNo es una dinámica del masoquismo sino del terror.
Debemos incluir en el análisis esta perspectiva de género y tener en cuenta el lugar y el significado que las diferentes sociedades les dan al ser varón y al ser mujer, que varía de cultura en cultura y de época en época. El género es un concepto cultural, es una construcción de significados donde se agrupan todos los aspectos psicológicos, sociales y culturales del interjuego femineidad/masculinidad. Por lo tanto, no nacemos ​hombres o mujeres sino que nos hacemos​ hombres o mujeres en una determinada sociedad. La diferencia de sexos no es meramente la comprobación anatómica de la conformación física de la nacida hembra y del nacido macho. Esta comprobación pertenece al orden de la percepción, no explica la homosexualidad ni la bisexualidad ni las diferencias de género. Aquí hablamos de la diferencia de sexos producida simbólicamente. En la modernidad, los estereotipos siguen “aggiornándose” a través de nuevos ropajes; aún en las nuevas configuraciones familiares  –sobrevivientes de las constantes transformaciones sociales emergentes de la nueva hora– se puede constatar la vigencia de la perspectiva jerárquica de la reproducción de la diferencia.​ ​Los​ ​​roles​ ​asignados​ ​al​ ​género​ ​siguen​ ​adheridos​ ​y​ ​fijados​ ​al​ ​imaginario​ ​social.  Suele decirse que lo único que nos diferencia a hombres y mujeres es la capacidad de gestar y parir. El resto de las tareas o acciones pueden ser llevadas a cabo indistintamente por unos u otras.

Graciela González es Licenciada en Psicología; Directora del Departamento de Prevención de Violencia de Género y Abuso Sexual en la infancia (APBA); Docente universitaria (grado y posgrado) de la Facultad de Psicología (UBA); Coordinadora del Equipo de Niñas, Niños y Adolescentes de la Fundación Alicia Moreau de Justo; Autora del libro “La Palabra de los niños”.

** Silvia Tubert “La Sexualidad Femenina y su Construcción Imaginaria”, Madrid, Ed. El Arquero, 1988.

Ilustración: Laura Alderete

http://hamartia.com.ar/2018/03/05/mujer-es/

REVISTA HAMARTIA

Por qué es un problema difícil de abordar*

Los integrantes del equipo de salud se encuentran ante diferentes obstáculos que les impiden reconocerla gravedad del problema de la violencia hacia las mujeres en la familia y por lo tanto la forma de identificarla
Dificultad de asumirlo como un problema de Salud
  • No saber cómo intervenir.
  • Sentimiento de impotencia frente al problema.
  • Preocupación por el tiempo que le va a incurrir
  • Temor a involucrarse en cuestiones jurídicas y/o policiales.
  • Sobre todo si el agresor aparenta ser una persona inofensiva
  • Prejuicios sexistas: creer que las mujeres son masoquistas y les gusta que les peguen, creer que ellas provocan a sus compañeros, creer que nadie tiene que intervenir en peleas de familia por son “un asunto privado”, creer que la violencia solo se da entre pobres, alcohólicos o desocupados y que son casos aislados.

*Creado por la licenciada Graciela M. González y la Doctora Aida Remesar para la Red Nacional de Salud de la Mujer